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             Desaparición por

          órdenes

                      del poder.

 

Poco a poco se va disipando el misterio de la desapa­rición del joven reportero de El Imparcial de HermosiIlo Alfredo Jiménez Mota: un grupo de funcionarios municipales y estatales de Sonora se coludieron con el capo Raúl Enríquez Parra y le encargaron al sicario Félix Moroyoqui que lo matara. El testigo que le re­veló estos hechos a la PGR ya pidió ayuda a diversos organismos defensores de derechos humanos porque se siente desprotegido. Y no es para menos: descubrió que el jefe del mencionado grupo de funcionarios liga­dos al narco es hermano del gobernador de Sonora.

Alejandro Gutiérrez. Proceso No. 1577 21 de enero de 2007.

Desde un escondite, el policía municipal de Navojoa tenien­te Jesús Francisco Ayala Valenzuela denunció al grupo político que encabeza Ricar­do Robinson Bours Gástelo, hermano del gobernador de Sonora, como el responsable de la desapa­rición de Alfredo Jiménez Mota, reportero de El Imparcial de Hermosillo.

Ellos, agrega, pusieron al periodista en las manos del narcotraficante Raúl Enríquez Parra, jefe de la banda de Los Núme­ros o Los Güeros.

"La verdadera razón por la que desapa­recieron a Jiménez Mota es que estaba tra­bajando un reportaje donde iba a desnudar a este grupo político, que da protección a los narcotraficantes más fuertes de Sonora. De alguna manera el grupo político se en­teró de eso, y se dio la orden de su desapa­rición poco antes de que Alfredo recibiera unas grabaciones con las que sustentaría su trabajo", dice el policía, quien fue testigo de primera mano de los encuentros en los que el referido "grupo político" ordenaba la ejecución o desaparición de personas que le estorbaban o bien obstaculizaban a la organización de Enríquez Parra.

"Esas grabaciones de intervenciones telefónicas, que estaba por recibir Jiménez Mota, no se sabía quién las entregaría, pero se sabía que en ellas aparecían conversa­ciones entre un miembro del grupo político, Ricardo Tapia Chan, entonces jefe de la Policía Judicial de Sonora, con el narcotraficante Raúl Enríquez Parra, donde sa­lía a relucir el nombre de Ricardo Bours", dice en entrevista. Respalda su aseveración con una declaración presentada ante la Co­misión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) el pasado miércoles 17.

"El hermano del gobernador Bours no aparece abiertamente, pero es quien pro­tege a este grupo que tiene la hegemonía en la procuraduría y en las principales policías locales de Sonora, para brindar la protección a las mafias que operan en el estado", dice Ayala Valenzuela.

-Aparte de Ricardo Bours, ¿quién in­tegra el grupo?

-Ellos operan bajo el cobijo del gober­nador Bours, y son el procurador de Justi­cia, Abel Murrieta; el exjefe de la Judicial, Ricardo Tapia Chan; el director de la Policía Municipal de Navojoa, Luis Octavio Gasté-lum Villegas, y un jefe de la Judicial, Pedro Córdova Herrera, que era compadre de El 9 (la clave de Raúl Enríquez Parra). Todos ellos ven a Ricardo Bours como su jefe.

"Desde el 2003 yo trabajé como chofer de Gastélum Villegas, por eso me enteré de infinidad de cosas sobre los acuerdos que tenía este grupo. Y era bien sabido que el protector era el hermano del goberna­dor", cuenta el teniente, quien ya dio su testimonio a la Procuraduría General de la República (PGR) y a la CNDH, además de organismos internacionales, como Amnis­tía Internacional y la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), entre otros.

-¿A quién le encargaron la desapari­ción de Alfredo Jiménez Mota? -pregunta el reportero.

-A un policía que fue compañero mío en Navojoa, Juan Ausencio Félix Moroyoqui, amigo íntimo de Gastélum Villegas. Como le tenían que encargar el trabajo a alguien de mucha confianza, porque el favor iba a ser para Tapia Chan, entonces pidieron a Juan Ausencio el trabajo. Él era sicario de la organización de Los Números, y el trabajo lo hizo con un grupo de ocho sicarios y policías de su grupo.

"Al reportero no lo mató (Joaquín) El Chapo Guzmán ni los Beltrán, eso es pura mentira. Fue este grupo quien se lo entregó a Los Números', es esa mafia de cuello blan­co que opera en Sonora", dice convencido.

"El problema es que empezaron las pro­testas de la familia de Jiménez Mota y de los reporteros de los distintos medios, algo que no habían contemplado. El tema alcan­zó una gran relevancia, por eso tuvieron que ir eliminando a los testigos", sostiene.

Reporteros tras la pista

Alfredo Jiménez Mota, el reportero de 26 años del periódico El Imparcial de Hermosillo, desapareció el 2 de abril de 2005, luego de confirmarle a una amiga que an­tes de verla iría a reunirse con una de sus fuentes, a la cual notaba muy nerviosa.

El periodista originario de Empalme, Sinaloa, se distinguió por escribir temas sobre seguridad y narcotráfico, los cua­les fueron reveladores tanto por el mate­rial que difundía como por el rigor de sus investigaciones.

En enero de 2004, en el periódico El Debate de Culiacán, Jiménez Mota publicó su investigación sobre la presencia del hijo del narcotraficante Joaquín El Chapo Guzmán Loera en un accidente donde murió Alejandro Niebla, el hijo de un empresario sinaloense. Por este motivo fue objeto de amenazas de Reynaldo Zamora, entonces jefe de Detenciones en Flagrancia de la Po­licía Ministerial de Sinaloa.

Durante su desempeño en El Imparcial de Hermosillo, Jiménez Mota hizo públi­cos documentos con información sensible sobre la organización de los hermanos Beltrán Leyva, conocidos como Los Tres Caballeros, y su alianza con los Enriquez Parra, un grupo de traficantes que tenía como sede el municipio de Alamos.

Con otros reporteros del periódico sonorense, Jiménez publicó y dio segui­miento al caso conocido como "el cuarto pasajero", con el que descubrieron que autoridades de Sonora detuvieron el 11 de septiembre de 2004 al narcotraficante Daniel Irene Enriquez Parra, después de haber participado en una "narcofiesta" en Tobadito.

Sin embargo, la policía sólo detuvo a sus tres acompañantes y a Enriquez Parra lo liberaron, pese a que lo detuvieron en un vehículo donde transportaban un arse­nal. La investigación de los reporteros de El Imparcial fue merecedora del Premio Nacional de Periodismo 2004.

"Como a los 30 días que desaparecie­ron al reportero -dice Ayala Valenzuela-, el 9 o 10 de mayo, Juan Ausencio Félix Moroyoqui le organizó una fiesta a su madre, y cuando estaba ahí recibió una llamada en la que le decían que se pre­parara, que saliera de Ciudad Obregón, porque iba a hacer un vuelo para realizar un trabajito, pero no hubo tal, lo sacaron para asesinarlo."

"El 14 de mayo encontraron los cadá­veres de Félix Moroyoqui y de su grupo, los tiraron en la zona del dren en Ciudad Obregón y en el llamado Canal Alto. Era un grupo muy peligroso, eran como cinco o seis personas, pero todos utilizaban lanzagranadas, cuernos de chivo, eran muy sanguinarios... pero los tenían que silen­ciar", dice Ayala.

El teniente de la policía de Navojoa relata que, después de la ejecución de Fé­lix Moroyoqui, "el grupo de Tapia Chan y su jefe Gastélum Villegas ordenaron ir en mi contra, porque yo había sido testigo de muchos de esos encuentros donde se daban órdenes de eliminar gente".

-¿El gobernador de Sonora conoce esto o es ajeno a elfo?

-Absolutamente no es ajeno. Cansa­do de que el grupo quisiera eliminarme, porque varias veces mandaron sicarios a buscarme, el 16 de junio de 2006 le envié un correo electrónico al gobernador, en el cual le pido que intervenga, que me ayu­de y detenga la intención del grupo, pero recibí como respuesta un correo electró­nico, al día siguiente, en el que sólo me dicen que mi denuncia fue recibida exi­tosamente y le asignaron el número 4062. Fue una verdadera burla.

Adicionalmente, el 27 de octubre de 2006 el papá del testigo y su esposa se entrevistaron con Daniel Ibarra Guerra, subsecretario de Atención Gubernamen­tal del gobierno de Bouns y exalcalde de Huatabampo (2000-2003), "quien aceptó que todo era cierto, pero iba a ver cómo me ayudaba. Pidió una semana, dio largas por­que iba a venir al Distrito Federal, pero a los tres días llegó otro grupo armado a bus­carme a mí casa", agrega el entrevistado.

Ayala Valenzuela entregó a este sema­nario la copia del texto que envió al gober­nador Eduardo Bours a través de un correo del gobierno del estado. Ahí dice: "Le quiero evitar el escándalo, tengo tiempo acosado y hostigado por sus autoridades, en especial por los más afectados en toda mi información que fui testigo". Entre és­tos menciona al procurador Abel Murrieta, al exjefe de la policía Ricardo Tapia Chan, así como a Luis Octavio Gastélum Villegas y Orlando Valderráin.

Otro legajo de copias de correos elec­trónicos fue enviado a Lourdes Larrieta, del programa de agravio a periodistas de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), el 20 de junio de 2006; a la orga­nización Amnistía Internacional; al perio­dista Jesús Blancornelas, el recién falleci­do director del semanario Zeta de Tijuana. A Ricardo Trotti, director de Libertad de Prensa de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), Ayala le hizo llegar su caso el 19 de septiembre de 2006.

Protección ineficaz

Jesús Francisco Ayala Valenzuela acep­tó la entrevista con Proceso la noche del miércoles 17 de enero, en su refugio. El lunes 15 y el martes 16, también por las noches, fue objeto del hostigamiento de un grupo de hombres que llegó hasta donde la Subprocuraduría de Investigación Especia­lizada en Delincuencia Organizada (SIE-DO) supuestamente lo mantenía oculto.

"Yo sentí que mi seguridad estaba de­masiado relajada, pero confié en que es­taba protegido en el hotel (de la Ciudad de México) donde me instaló la SIEDO. A las 4 de la mañana del lunes llegó un grupo al hotel, a revisar cuarto por cuarto donde me encontraba. Di aviso a la poli­cía y a la Comisión Nacional de los Dere­chos Humanos, y entonces se fueron. Pero el martes, en la madrugada, volvieron a regresar y yo estaba en otra habitación, desde la cual observé que incluso estaban descendiendo a rapel por algunos accesos al hotel. Creo que estaba en contubernio la gente del hotel, entonces mi familia se puso muy mal, es demasiado trauma para mis hijos y mi esposa", relata.

Nervioso, constantemente observa los movimientos cercanos al escondite. "Per­dón, es que tengo un año y medio vivien­do un verdadero calvario. Pero esto se puso peor desde que denuncié que en el complot está metido el hermano del go­bernador de Sonora", dice.

El testigo se siente desprotegido por la PGR, luego de que declaró durante un mes todo lo que sabía del mencionado grupo político. Su testimonio quedó re­gistrado en un expediente de 60 fojas, 15 de las cuales tienen que ver con el caso del reportero Jiménez Mota.

"Yo no le he escrito al presidente Felipe Calderón, pero tengo un mal presenti­miento, porque en Sonora es bien conoci­do que en la elección del 2 de julio pasado Bours ayudó al señor Calderón. A pesar de ser priista, el gobernador mandó a la chingada a Madrazo y no quiso nada con El Peje, entonces me estoy temiendo que en la SIEDO no quieran hacer nada por no tener problemas con el gobernador Bours. Yo no quiero nada más que la protección, porque temo por la seguridad de mi fami­lia y particularmente de mis hijos".

Atrapado en la red

Jesús Francisco Ayala ingresó a la policía municipal de Navojoa el 7 de enero de 1992. Tres años después, Roberto Tapia Chan asumió el mando de la corporación.

Cuando Ricardo Bours ganó la elec­ción para la presidencia municipal de Cajeme en el trienio 2000-2003, Tapia Chan fue designado director de Seguridad Pú­blica municipal. En la elección de 2003, Gustavo Mendívil Amparan -actual dipu­tado federal por el séptimo distrito de So­nora- obtuvo la presidencia municipal de Navojoa y nombró como su jefe de policía a su amigo y compadre Luis Octavio Gas­télum Villegas, ligado a Tapia Chan.

De acuerdo con los documentos que Ayala entregó a la CNDH y en la entrevis­ta con este semanario, él estaba asignado en Pueblo Mayo, pero el 19 de septiembre de 2003 acudió a saludar a Gastélum Vi­llegas, ya que los dos son originarios de Huatabampo, Sonora.

"Ahí me dijo, ante otros agentes, que yo iba a ser su secretario particular y su chofer, el hombre de toda su confianza. Luego empezamos a viajar mucho a Hermosillo, para que se reuniera con sus pa­drinos políticos, uno de ellos el director de la Judicial, Tapia Chan.

"Una de estas reuniones se celebró en los condominios Oasis, en la colonia Pitic de Hermosillo, donde vivía Tapia Chan. Ahí estaban el procurador Abel Murrieta; el subsecretario A de Gobierno, Guillermo Silva Montoya, y elementos de su seguridad y del gobernador Eduardo Bours. En esa reunión se trataron asuntos para favorecer al grupo delictivo de Los Güeros o Los Números", dice.

"Incluso me tocó ser testigo de la pre­sentación que se hizo de Raúl Enríquez Pa­rra, El 9. Ese día salimos de Navojoa Luis Octavio Gastélum; Pedro Córdova Herre­ra, jefe de la Judicial en Hillo, y yo. Nos fuimos en la camioneta Trail Blazer café asignada al presidente municipal, Gusta­vo Mendívil Amparan, quien previamente había sido enterado y estuvo de acuerdo. Nos encontramos con El 9 en una agencia de automóviles y Córdova Herrera se subió en la camioneta Mercedes Benz del narco-traficante. Nosotros lo seguimos hacia la carretera de San Pedro El Saucito.

"Ahí -prosigue- estaban Tapia Chan y Manolo Barrios, el subdirector de la Procu­raduría de Justicia del Estado, a bordo de una Suburban azul, propiedad del gobierno del estado. Ahí se saludaron y abrazaron, y El 9 y Luis Octavio Gastélum se subieron en el asiento trasero de la Suburban y con­tinuaron el camino hacia San Pedro El Sau­cito. Pedro Córdova y yo nos quedamos en las camionetas y vimos que el narcotraficante tenía teléfonos encriptados y satelitales, y medio millón metido en un cartón. En la Suburban se habían ido manejando hasta Cumpas. Ya que regresaron, el medio millón de dólares pasó a la Suburban.

"También fui testigo de la presentación con el narcotraficante Daniel Cuadras, de Agua Prieta, Sonora, quien fue asesinado después porque Tapia Chan no le cum­plió. Quien lo ejecutó fue un comando de sicarios enviados por El 9".

El testigo recuerda que el grupo polí­tico presentó a Juan Ausencio Félix Moroyoqui con Enríquez Parra para que lo ocupara como sicario, y fue con quien se planearon una serie de asesinatos en Na­vojoa y Ciudad Obregón, "ya que en todos ellos estaban metidos grupos de políticos, policías y narco".

De todo esto tuvo "pleno conoci­miento el presidente municipal Gustavo Mendívil Amparan y los operadores de Gastélum Villegas, que eran Orlando Val­derráin y Fernando I. Apodaca Lauterio", apunta.

El teniente Ayala asegura que, aparte de varios atentados, ha sido objeto de hostiga­miento. Incluso se le pretendía vincular con el robo de un vehículo que le dio Gastélum Villegas, practicarle exámenes antidoping amañados, "cargarme de droga", y la peti­ción de Tapia Chan de que se desistiera de sus demandas ante la CNDH.

Dice que el 30 de octubre de 2006 tuvo una comunicación con Sagrario Jiménez, tía de Alfredo Jiménez Mota, y que a las 2 de la mañana del día 31 acudió un avión de la SIEDO para trasladarlo de Navojoa a la Ciudad de México, donde aportó toda la información de la que dispone.

Y concluye: "Me entrevisté con Jorge Rosas, director de la Unidad Antisecues­tros de la SIEDO, quien me prometió in­cluirme en el programa de protección a testigos, pero después de que aporté nom­bres, fechas y lugares, ahora me han dado largas. Eso me hace pensar mal... Si quie­ren que me canse y desista, es un hecho que me van a matar". •

1 comentario

ramon -

toda esa bola de ratas de la policia de navojoa son unos coruptos y toda la ley de sonora estavan de acuerdo con los numeros