La otra campaña, opción para agrupar a las organizaciones campesinas en lucha
HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO/La Jornada
San Cristobal de Las Casas, Chis., 28 de febrero. En estos días que ha crecido la conflictividad en torno a las tierras recuperadas por bases de apoyo del EZLN después de 1994, sobre todo por acción de la priísta Organización para la Defensa de los Derechos Indígenas y Campesinos (Opddic), es útil describir el panorama de esas y muchas otras tierras que fueron ocupadas por campesinos e indígenas en toda la entidad a raíz del levantamiento.
Diversas fuentes hablan de 500 mil a 700 mil hectáreas que grandes y pequeños propietarios abandonaron entonces, unos por temor a los alzados, otros simplemente para aprovechar que el gobierno parecía dispuesto a comprarlas. No todas habían sido ocupadas por los campesinos.
Aun en ausencia de datos precisos, puede afirmarse que la mayor parte de estas tierras fueron ocupadas por otras organizaciones, distintas al EZLN, incluidas las oficiales. De hecho las bases rebeldes y sus numerosos aliados de entonces no se apresuraron a recuperarlas. No fue igual en otras regiones, donde las ocupaciones fueron inmediatas, desorganizadas y en ocasiones violentas. Hubo acciones de guardias blancas (antecesores de los paramilitares) en Chicomuselo y la zona norte, y asesinatos de dirigentes campesinos.
Según recuento de la investigadora Dolores Camacho Velázquez (Chiapas movilizado: las organizaciones campesinas y el EZLN, de próxima publicación), "en las movilizaciones sociales chiapanecas registradas después del levantamiento del EZLN participaron diversos actores, y por el intenso grado de polarización podemos enmarcarlos en dos grupos: en el primero, campesinos, indígenas, intelectuales, sociedad civil y perredistas que simpatizaban con el EZLN; en el segundo, ganaderos, propietarios, comerciantes, personas que participaron en los frentes cívicos municipales y priístas que coincidían en su rechazo al zapatismo".
El trabajo analiza el papel de las organizaciones campesinas y el EZLN en esa etapa, cuando indígenas y campesinos ocuparon miles de hectáreas de las fincas privadas (los zapatistas hablan de "recuperación"); ubica a sus adversarios y simpatizantes, los momentos en que caminaron juntos y los distanciamientos. "Sus coincidencias fueron fundamentales para que el EZLN no fuera destruido en 1994.
Amplio apoyo
"Debido al amplio respaldo que las organizaciones dieron al zapatismo, el gobierno desistió de tomar medidas más drásticas. Por otro lado, de 1994 a 1995, cuando el zapatismo tenía ya reconocimiento nacional e internacional, fue decisivo el amplio apoyo que el EZLN dio a las organizaciones para que lograran consolidarse en su espacio de influencia, y para que los diversos niveles de gobierno realizaran acciones para escuchar y cumplir sus demandas". Una de las más importantes era el reparto de tierras o bien la regularización de las que ya ocupaban.
Camacho Velázquez aborda "el proceso de desestructuración y atomización que ahora viven las organizaciones campesinas, y la nueva oportunidad que se les presenta para volver a juntar su lucha con los zapatistas y otros actores nacionales e internacionales por medio de la otra campaña".
La rapidez de los acontecimientos sociales chiapanecos ha hecho imposible que se analicen sus procesos y consecuencias, señala la investigadora del Programa de Investigaciones Multidisciplinarias de Mesoamérica y el Sureste, de la Universidad Nacional Autónoma de México. La mayor parte de las publicaciones en los años recientes manifiesta la polarización y las posiciones antagónicas. "Encontramos una amplia bibliografía que ubica al EZLN como el único actor importante, y publicaciones que hablan de un Chiapas donde el zapatismo no existe, restándole todo mérito en los cambios sociales ocurridos en los últimos años".
Ahora que organizaciones oficialistas disputan las tierras recuperadas donde madura la autonomía, es necesario "reconstruir un proceso donde se reconoce que el EZLN ha sido fundamental para la modificación de las relaciones sociales en Chiapas, y que las organizaciones campesinas son otro gran actor en estos cambios. Aun así se les deja de lado en los trabajos de investigación, considerándolas cosa del pasado, que deben verse como asociaciones civiles o cualquier otra forma organizativa que los haga sujetos de créditos, como Ernesto Zedillo y Roberto Albores mencionaron al finiquitarse los acuerdos agrarios", a finales de los noventa.
Diversas fuentes hablan de 500 mil a 700 mil hectáreas que grandes y pequeños propietarios abandonaron entonces, unos por temor a los alzados, otros simplemente para aprovechar que el gobierno parecía dispuesto a comprarlas. No todas habían sido ocupadas por los campesinos.
Aun en ausencia de datos precisos, puede afirmarse que la mayor parte de estas tierras fueron ocupadas por otras organizaciones, distintas al EZLN, incluidas las oficiales. De hecho las bases rebeldes y sus numerosos aliados de entonces no se apresuraron a recuperarlas. No fue igual en otras regiones, donde las ocupaciones fueron inmediatas, desorganizadas y en ocasiones violentas. Hubo acciones de guardias blancas (antecesores de los paramilitares) en Chicomuselo y la zona norte, y asesinatos de dirigentes campesinos.
Según recuento de la investigadora Dolores Camacho Velázquez (Chiapas movilizado: las organizaciones campesinas y el EZLN, de próxima publicación), "en las movilizaciones sociales chiapanecas registradas después del levantamiento del EZLN participaron diversos actores, y por el intenso grado de polarización podemos enmarcarlos en dos grupos: en el primero, campesinos, indígenas, intelectuales, sociedad civil y perredistas que simpatizaban con el EZLN; en el segundo, ganaderos, propietarios, comerciantes, personas que participaron en los frentes cívicos municipales y priístas que coincidían en su rechazo al zapatismo".
El trabajo analiza el papel de las organizaciones campesinas y el EZLN en esa etapa, cuando indígenas y campesinos ocuparon miles de hectáreas de las fincas privadas (los zapatistas hablan de "recuperación"); ubica a sus adversarios y simpatizantes, los momentos en que caminaron juntos y los distanciamientos. "Sus coincidencias fueron fundamentales para que el EZLN no fuera destruido en 1994.
Amplio apoyo
"Debido al amplio respaldo que las organizaciones dieron al zapatismo, el gobierno desistió de tomar medidas más drásticas. Por otro lado, de 1994 a 1995, cuando el zapatismo tenía ya reconocimiento nacional e internacional, fue decisivo el amplio apoyo que el EZLN dio a las organizaciones para que lograran consolidarse en su espacio de influencia, y para que los diversos niveles de gobierno realizaran acciones para escuchar y cumplir sus demandas". Una de las más importantes era el reparto de tierras o bien la regularización de las que ya ocupaban.
Camacho Velázquez aborda "el proceso de desestructuración y atomización que ahora viven las organizaciones campesinas, y la nueva oportunidad que se les presenta para volver a juntar su lucha con los zapatistas y otros actores nacionales e internacionales por medio de la otra campaña".
La rapidez de los acontecimientos sociales chiapanecos ha hecho imposible que se analicen sus procesos y consecuencias, señala la investigadora del Programa de Investigaciones Multidisciplinarias de Mesoamérica y el Sureste, de la Universidad Nacional Autónoma de México. La mayor parte de las publicaciones en los años recientes manifiesta la polarización y las posiciones antagónicas. "Encontramos una amplia bibliografía que ubica al EZLN como el único actor importante, y publicaciones que hablan de un Chiapas donde el zapatismo no existe, restándole todo mérito en los cambios sociales ocurridos en los últimos años".
Ahora que organizaciones oficialistas disputan las tierras recuperadas donde madura la autonomía, es necesario "reconstruir un proceso donde se reconoce que el EZLN ha sido fundamental para la modificación de las relaciones sociales en Chiapas, y que las organizaciones campesinas son otro gran actor en estos cambios. Aun así se les deja de lado en los trabajos de investigación, considerándolas cosa del pasado, que deben verse como asociaciones civiles o cualquier otra forma organizativa que los haga sujetos de créditos, como Ernesto Zedillo y Roberto Albores mencionaron al finiquitarse los acuerdos agrarios", a finales de los noventa.
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