Sin cumplirse, demandas del movimiento zapatista
Promotores de la educación evalúan logros
HERMANN BELLINGHAUSEN / La Jornada
Ejido Morelia, Chis. 23 de julio. "No hemos recuperado el rostro porque las demandas de nuestro levantamiento siguen sin cumplirse y no nos quieren reconocer, así que nos identificamos como nosotros mismos". De veteranos comandantes a promotores jóvenes, la elaboración a muchas voces del testimonio escuchado hoy es una definición ética y una cumplida estrategia de lucha pacífica.
Saulo, de la junta de buen gobierno (JBG) de este caracol, reconoce: "impulsar y velar por la autonomía es un poco difícil. Eso ya lo saben todos los compañeros que han participado en las distintas comisiones. Nos falta mucho. Por ejemplo, estudiar. La educación no tiene fin, se hace siempre".
Menciona otros aspectos de la gestión de los gobiernos en rebeldía. "Para nosotros, la justicia no se puede comprar. La justicia no tiene amigos. El que sale culpable, pues lo merece. No como la del mal gobierno, que la hace negocio, como todo, y tampoco informa adónde va el dinero que gana con su justicia". Refrenda que tampoco la tierra se vende. "No vamos a entregar lo que quieren robar a los pueblos, pero gracias a que despertamos ya no pueden".
Así cierra la exposición colectiva y doméstica sobre la autonomía en su lucha día a día, sin grandilocuencia, directa, espontánea. En la presentación de la región Tzotz Choj sobre educación, salud, justicia y producción, ninguno necesitó leer su participación. Los jóvenes promotores hablaron con aplomo y claridad ante unas dos mil personas, entre bases rebeldes y asistentes internacionales al segundo Encuentro de los pueblos zapatistas con los pueblos del mundo. Y entre todos reflejaron una experiencia notable.
El comandante Moisés acepta: "tenemos errores, pero como no somos políticos ni intelectuales los reconocemos". Presiden la reunión decenas de personas, miembros de los siete consejos municipales autónomos, las comisiones, la JBG, la comandancia y los colectivos. La presencia de mujeres y su nivel de participación son determinantes.
"Si no lo hacemos, nadie lo va a venir a hacer por nosotros", fue la idea que acicateó en los primeros años a las comunidades que se habían alzado en armas contra el gobierno, en 1994. Expresada hoy por un miembro de la JBG ante un auditorio lleno no suena a proclama, sino a explicación. Sólo así se entienden pequeñas epopeyas, como la de la educación autónoma en estos siete municipios.
Claudia, promotora de enseñanza en el municipio autónomo Lucio Cabañas, expone cómo eran "antes" las cosas. Sólo tiene 15 años, pero ninguna comandanta veterana pondría reparos a su suave elocuencia: "En otro tiempo nos obligaban a entrar a la escuela, pero lo que les importaba era tener el salón lleno, no enseñar. La mayoría de los indígenas somos analfabetas porque nos han engañado con la educación". Su evaluación de los maestros institucionales es demoledora: de seis que debía haber por escuela, no llegan más de tres; dan clases sólo dos o tres días, y trabajan la mitad de su tiempo; beben y son los primeros que golpean a sus esposas.
"Saben educar a su perro, pero para ellos nosotros no servimos. Les conviene que los indígenas nos quedemos sin entender, para no conseguir trabajo o estar sólo a las órdenes de los patrones. Por todo eso decidimos formar nuestros estudios."
El promotor Abraham prosigue el recuento: "en vez de maestros, el gobierno mandó soldados para maltratar a los niños. De esa manera, desde 1994 nos quedamos sin clases. Pero el pueblo no quiso esperar más y buscó la enseñanza por sí solo". El proceso se transformó en 1999, al establecerse la "nueva educación autónoma hacia la paz justa y digna". Los pueblos "tomaron el acuerdo de cómo iban a ser las clases y qué se iba a enseñar". Con helicópteros militares sobre sus cabezas, establecieron entonces los calendarios y las materias.
"Cada pueblo estuvo presente en la construcción de la educación autónoma", apunta Abraham con naturalidad. "Desde entonces el gobierno comenzó a ofrecer despensas y dinero a los que están en las corrientes de los partidos. Y nos quisieron acabar. En 2000, los paramilitares persiguieron a los promotores de educación."
Y dice: "queremos una enseñanza que fortalezca nuestras cultura y lengua, el colectivismo, el compañerismo. Que responda a las necesidades de los pueblos. Que defienda la dignidad de hombres y mujeres. Que sea una manera de trabajar la vida nuestra y de la madre naturaleza. ¿A poco es delito?"
Enseguida, Samanta relata que los pueblos designan a quienes se van a preparar como promotores y los apoyan en sus trabajos. Explica los tres niveles de la primaria: "nuevo ingreso, listón verde; medio superior, listón blanco, y superior, rojo". Estos últimos ya escriben, leen, saben historia, matemáticas. En la región, cada comunidad zapatista tiene ahora una primaria funcionando, y todas califican a niños y maestros. En cada municipio hay secundaria, y para la región una secundaria técnica. Lo que, para concluir, Adrián llama "otro nivel de educación para los pueblos".
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