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Ultraderecha europea.

 Bélgica: El voto racista

Bruselas, 23 de octubre (apro).- La extrema derecha belga, considerada la más fuerte de Europa, no alcanzó los resultados esperados en las elecciones comunales del pasado 8 de octubre, previas a los comicios para gobierno de marzo próximo. La clase política y los medios de comunicación locales celebraron la noticia con excesiva algarabía. Pero, en los hechos, el partido neonazi no para de sumar adeptos en Flandes, la región norte del país, sede de la Unión Europea (UE).

El partido ultraderechista Vlaams Belang (Interés Flamenco, en holandés), dejó de ser la primera fuerza política en su bastión histórico, Amberes, la segunda ciudad en importancia del país, donde estaban puestos los reflectores mediáticos. Ahí, el carismático alcalde socialista, Patrick Janssens, ganó la reelección con un inesperado 35.2 por ciento de la votación.

“Es una victoria pírrica. Janssens ganó, pero en detrimento de sus aliados. Nosotros no cedimos ni un voto y, por el contrario, ganamos algunos miles más”, replicó Filip De Winter, el candidato del Vlaams Belang (VB) en Amberes, donde el partido pasó de 33 a 33.5 por ciento de los votos.

En numerosas comunas, sin embargo, la organización ultraderechista tuvo un ascenso de entre 6 y 8 por ciento, además de conservar un electorado fiel de 25% ciento en Flandes. En Schoten, donde postuló a una antigua Miss Flandes, la rubia Marie-Rose Morel, alcanzó hasta el 35 por ciento de los votos. En 13 de las 19 comunas de la capital, Bruselas, consiguió un apoyo, que va a la alza, de 2 a 9 por ciento.

Si antes una especie de vergüenza social entrañaba una dificultad a la hora de reclutar militantes, en ésta ocasión el VB no tuvo problema para presentar 5 mil candidatos en 90 por ciento de las comunas flamencas, el doble de hace seis años.

El VB nació en 1978 de la unión de grupos anticomunistas y nacionalistas flamencos, por eso el nombre original de Vlaams Blok (Bloque Flamenco). A pesar del programa claramente racista y xenófobo que defendía desde entonces, fue hasta abril de 2004 que la justicia se atrevió a declararlo culpable de incitar de modo repetitivo a la discriminación, luego de varias demandas judiciales de organismos contra el racismo. Tras ello, cambio al actual nombre.

Su fundador y presidente hasta hace una década, Karel Dillen, es un ferviente propagandista de las teorías neonazis que niegan la existencia del Holocausto, en tanto que los actuales dirigentes Filip de Winter, Roeland Raes, y quien sucedió a Dillen, Frank Vanhecke, no ocultan su peculiar admiración por los combatientes belgas que colaboraron con el ejército de Hitler.

El VB --que dice haberse inspirado en los neoconservadores estadunidenses a la hora de redactar su programa-- está en contra de la inmigración y lo que llama “la islamización de Europa”, por lo que rechaza la adhesión de Turquía a la UE. Favorece también la mano dura de la policía, niega derechos a los homosexuales, se opone al aborto y propone dar una prima económica a las madres que se queden en casa cuidando a sus hijos.

Su más grande sueño es la separación de Flandes y Bruselas de Valonia, la parte francófona de Bélgica, a la que sus líderes han llegado a recomendar que se anexe a Francia. Una de sus demandas más férreas: la amnistía para los condenados por colaborar con el régimen nazi.

Tal ideario de intolerancia ha seducido, a un ritmo meteórico desde 1991, a cada vez más belgas flamencos. Hoy, el VB cuenta con 18 diputados federales, 8 senadores, 32 diputados en el Parlamento de Flandes, 6 en el de Bruselas, y 3 representantes en el Parlamento Europeo: Philip Claeys, expresidente de las juventudes del partido; el citado Frank Vanhecke; y el hijo de Karel Dillen, Koenraad, quien el año pasado difundió él mismo fotografías de su encuentro con el famoso colaborador nazi León Degrelle. Algo menos cuestionable, declaró, que visitar a Fidel Castro.

Nacionalismo

Los francófonos culpan a los flamencos de que, banalizando al VB, han contribuido a su rápida expansión. Una queja común es que a sus líderes se les conceden espacios en la televisión flamenca como si nada pasara, cuando en los medios francófonos, el ultraderechista Front National, diminuto en votación, está prácticamente vetado.

“Ya es tiempo de enfrentar la realidad”, expone Le Journal du Mardi. “Flandes tiene el partido de extrema derecha más poderoso y mejor organizado de Europa. Es en Flandes que los militantes y simpatizantes del VB son los mejor ‘integrados’ en el conjunto de la sociedad, la policía, el ejército, la administración, el mundo de los negocios, el universo mediático… Y es también en Flandes que una parte de los demócratas retoman, de una forma cada vez menos suave, los lemas antibelgas, separatistas y egoístas de la extrema derecha.”

Hay casos recientes. El 29 de noviembre pasado, el influyente grupo de reflexión flamenco, In de Warande, publicó el Manifiesto por una Flandes independiente en Europa. Ese colectivo, formado por empresarios y profesores universitarios, lo encabeza nada menos que el exdirector del banco KBC, Remi Vermeiren.

El pasado 1 de junio, la propia Cámara de Representantes aceptó debatir, sobre una propuesta de la extrema derecha, la rocambolesca idea de dividir el país. Menos sorprendente fue la votación: a favor los diputados flamencos y, en contra, los francófonos.

Una provocación más grave tuvo lugar cuando el pasado 17 de agosto, el ministro-presidente de Flandes, Yves Leterme, declaró al diario francés Libération que los francófonos belgas no estaban “en estado intelectual de aprender el holandés”, refiriéndose en particular a las dificultades que pasaban para hablarlo los políticos de Valonia y hasta la familia real.

Leterme volvió a la carga el 14 de septiembre y amenazó con reevaluar las facilidades que permiten a los francófonos utilizar su lengua en ciertas zonas de Flandes, lo cual ameritó una inmediata respuesta del ministro-presidente de la región valona, el socialista Elio Di Rupo:

“Valonia y Bruselas (donde 90% de la población es francófona) cuentan con casi 4 millones y medio de habitantes, el equivalente a Irlanda. De eso a hablar de ‘nación’ o de ‘Estado’ francófono, no hay más que un paso, que yo no voy a dar”.

Tres semanas antes, en una decisión que provocó un escándalo, la comuna flamenca de Merchtem había decretado que, en cuatro escuelas, los alumnos debían comunicarse únicamente en holandés, al igual que sus padres con los maestros.

La extrema derecha ha encontrado su correa de transmisión en el intenso orgullo nacional que caracteriza a la sociedad flamenca, la cual, coinciden algunos historiadores, no ha querido asumir que apoyó masivamente al nazismo y, en cambio, se siente víctima de éste y del desprecio francófono del pasado, cuando Valonia era más próspera que Flandes.

“Aanpassen of verzuihen” (adaptarse o mudarse) y “Waalse ratten, rol uw matten” (ratas valonas, preparen sus maletas), son lemas que han sido pintados por comandos del TAK (Comité de acción lingüística) sobre casas francófonas de la periferia bruselense. “Parecería que el ministro-presidente flamenco retoma hoy esas ideas”, escribe el diario flamenco De Morgen.

“Es un desagradable rasgo flamenco ser cada vez menos tolerante hacia los extranjeros, en la búsqueda de una autonomía siempre más grande. A partir de un viejo complejo de inferioridad flamenco, la obsesión de una Flandes como territorio lingüístico homogéneo, hace imposible vivir en comunidad con los no flamencos”, señaló.

Violencia

El estudioso de la extrema derecha belga, Manuel Abramowicz, asegura que gran parte de las organizaciones de “cabezas rapadas”, que, de tan toleradas, han hecho de Flandes el paraíso del neonazismo europeo, forman parte de la red de influencia del VB. En ciertos casos, como el del mencionado TAK, hasta lo abastecen de candidatos a puestos de elección popular.

“Las dos extremas derechas, la parlamentaria y la violenta, tienen vínculos entre ellas. Entre los dirigentes de la primera, muchos fueron seguidores de la extrema derecha pura y dura que siempre ha preconizado el uso de la fuerza para llegar al poder”, señala Abramowicz, un respetado analista en la materia.

De acuerdo con sus averiguaciones, Filip de Winter, “el verdadero jefe del VB”, proviene de organizaciones ultranacionalistas que realizaban acciones violentas de comando contra sus adversarios, y que están desarrollando las mismas tesis que Blood and Honour, uno de los más extremistas e influyentes en el ambiente skinhead.

Una de las células que hacía trabajo ideológico para tal agrupación era BBET o Bloed-Bodem-Eer en Trouw (Sangre-Tierra-Honor y Fidelidad).

El pasado 7 de septiembre, en un caso que seguían agentes belgas desde 2004, 11 militares fueron capturados en un operativo especial de la policía contra miembros de ese grupo neonazi. El motivo: BBET preparaba una campaña para “desestabilizar al país” por medio del asesinato de varios hombres políticos. Su objetivo declarado: implantar “una dictadura fascista”.

Los soldados --que han sido procesados por terrorismo, racismo, xenofobia y negacionismo--, fueron aprehendidos en un cuartel de Bruselas y en cuatro de Flandes, incluyendo la base militar de Kleine-Brogel, donde la OTAN almacena ojivas nucleares estadunidenses.

La policía incautó 300 piezas de armamento, desde poderosas bombas artesanales o armas pesadas hasta detonadores de minas terrestres, municiones y explosivos, además de panfletos neonazis. El presunto jefe del BBET, un joven de 25 años de nombre Thomas Boutens, había efectuado misiones con el ejército belga en Afganistán y debía partir a Líbano como casco azul de Naciones Unidas.

La revista flamenca Knack reportó que entre los seguidores del sitio en Internet de BBET, estaba Hans Van Themsche, un muchacho de apenas 18 años que el 11 de mayo pasado saltó a las primeras páginas de la prensa belga. Ese día, armado de una escopeta, Hans salió de su casa en Amberes y, a sangre fría, disparó contra una mujer africana y la niña que cuidaba, causándoles la muerte instantánea, antes de herir a un peatón de nacionalidad turca. El chico, que había crecido en una familia próxima al VB, tenía la intención declarada de matar a más extranjeros si un policía, como único remedio para detenerlo, no lo hubiera herido de bala.

Un hecho anecdótico: la marcha de protesta contra tales asesinatos racistas convocó a mucho menos gente que aquella otra, celebrada un mes antes, contra el asesinato de un estudiante belga asaltado en la estación central de Bruselas, cuando se creía que los culpables eran de origen marroquí (terminaron siendo polacos), ante lo cual el VB reclamó “el derecho a la posesión de armas y a la autodefensa”.

Otro caso dramático tuvo lugar el 7 de mayo. Durante una noche de copas, Raphaël Mensa, un ciudadano de Gabón residente en París, y un amigo suyo, fueron brutalmente golpeados por cinco skinheads en el turístico destino flamenco de Bruges (Brujas). Mensa, de 50 años, quedó en coma varias semanas. Actualmente sufre de daños cerebrales irreparables.

Los agresores fueron capturados de inmediato, y un tribunal confirmó el carácter deliberadamente racista de la golpiza. Sin embargo, fueron dejados en libertad, ha denunciado la familia de la víctima.

Marco Appel. Proceso.

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